"No solo cuido de niños, cuido de familias": la mirada sensible de una pediatra sobre el uso de cannabidiol en la infancia

Con sensibilidad clínica y escucha activa, una pediatra relata cómo el cannabidiol ha transformado la vida de niños con epilepsia, autismo y otras condiciones neurológicas complejas, así como la de sus familias

Publicado en 06/08/2025

"Não cuido só de crianças, cuido de famílias": o olhar sensível de uma pediatra sobre o uso do canabidiol na infância

Con una escucha sensible y un tratamiento individualizado, una médica pediatra comparte su experiencia con el uso de CBD en niños con epilepsia, autismo y otros cuadros neurológicos complejos | Divulgación

No es fácil para una familia escuchar que el tratamiento que han intentado ya no ha funcionado. Para muchos niños, el cannabis medicinal surge como una luz de esperanza cuando se agotan los caminos de la medicina convencional. Según la pediatra entrevistada por el Sechat, el uso de cannabidiol (CBD) en niños suele reservarse para casos refractarios, cuando hay resistencia a las terapias convencionales o efectos secundarios intensos.


“Antes de recetar, realizo una evaluación completa del historial clínico, exámenes, medicamentos probados, rutina del niño y el apoyo de la familia”, explica. Es una atención que va mucho más allá de la prescripción: es la construcción de una mirada atenta, empática y singular. “No hay una receta única”, enfatiza. Cada protocolo se moldea como un artesanía clínica, respetando el tiempo, el cuerpo y las posibilidades del niño y de quienes lo acompañan.


Las síndromes epilépticos como Dravet, Lennox-Gastaut y esclerosis tuberosa son algunas de las condiciones neurológicas más comunes para la indicación de cannabidiol. Pero el tratamiento también ha dado resultados significativos en casos de Trastorno del Espectro Autista (TEA), TDAH, parálisis cerebral, enfermedades neurológicas raras y dolores crónicos. En muchos de estos casos, el cannabis se convierte en una forma de reducir la llamada “polifarmacia”, el uso excesivo de medicamentos que afectan órganos como el hígado y los riñones.


Aun así, la médica hace hincapié en recordar: el sistema endocannabinoide del niño está en pleno desarrollo y, por lo tanto, es esencial respetar el tiempo del cuerpo. “Comenzamos con dosis muy bajas, entre 0,5 y 1 mg/kg/día, y vamos ajustando lentamente hasta encontrar la dosis más baja efectiva, con el mínimo de efectos secundarios”, dijo la médica.


Cuidar de niños es cuidar de familias


Al comenzar el tratamiento, los padres se convierten en piezas fundamentales en el proceso terapéutico. “Suelo decir que no solo cuido de niños neurodivergentes, sino de familias neurodivergentes”, relata. La acogida incluye conversaciones sinceras sobre las comorbilidades, expectativas, rutinas y, principalmente, sobre la salud mental de los cuidadores. “Cuidar de un niño que sufre es, por sí solo, un desafío que requiere empatía clínica y escucha activa”, reflexiona Lays.


La rutina con el aceite también requiere dedicación: seguir la dosis y los horarios con rigor, observar alteraciones en el comportamiento, sueño, apetito, crisis y mantener registros para que el médico pueda ajustar el tratamiento con precisión. El producto, por supuesto, debe tener calidad y trazabilidad. “No es cualquier aceite. Es una medicación y debe tratarse como tal”, enfatiza.


Cuando el cannabidiol abre puertas que parecían cerradas


En la práctica clínica, los resultados no se limitan a los números. Están en las miradas cruzadas, en las sonrisas que antes no llegaban, en las interacciones que nacen con delicadeza. Uno de los casos más impactantes seguidos por la médica fue el de un niño con encefalopatía crónica no progresiva, postrado en cama y en uso de cinco anticonvulsivantes. Con el uso del CBD, las crisis cesaron, el sueño mejoró, la espasticidad se redujo y, poco a poco, el niño comenzó a fijar la mirada, responder a estímulos y hasta “elegir el lado de la cama”.


Otro relato conmovedor es el de un niño con autismo, agresividad severa y pañales a los 7 años. En pocos días después de comenzar el tratamiento, dejó los pañales por su cuenta, comenzó a dormir mejor, socializar y participar en actividades escolares. “La madre lloraba al decir que, por primera vez, fueron juntos al cine”, cuenta la pediatra. “Y ¿efectos secundarios? Ahora habla demasiado”, se expresa entre risas. “Pero estos son los efectos que acogemos con cariño”.


Superando el miedo con información y cuidado


A pesar de los avances y los casos de éxito, todavía hay resistencia. Parte de esto proviene del desconocimiento y del estigma que rodea a la planta en sí, conocida popularmente como marihuana y, a veces, demonizada por la sociedad. “Lo primero que hago es separar el uso médico del cannabis del uso recreativo. Explico los fundamentos científicos, muestro estudios y relato los casos que acompaño con responsabilidad”, dice la pediatra.


Entre los propios profesionales de la salud, el debate comienza a madurar. “El prejuicio está dando paso a la curiosidad y a la escucha. Con diálogo y evidencia, mostramos que no se trata de reemplazar tratamientos, sino de ofrecer otra herramienta de cuidado, especialmente para quienes lo han intentado todo y siguen sufriendo”, reflexiona.


Un tratamiento que devuelve posibilidades


Al final de cada relato, hay un mismo mensaje: el tratamiento con cannabidiol no es magia, pero puede ser un puente. Un puente que une el sufrimiento con el alivio, el aislamiento con el vínculo, el agotamiento con la esperanza. “Cuando el niño comienza a responder bien, puede participar mejor en las terapias. Y entonces vemos que no se trata solo de convulsiones o crisis, se trata de dar a ese niño la oportunidad de alcanzar su potencial. Y a la familia, la oportunidad de respirar. De soñar de nuevo”, concluye Lays.

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